03 Nov Tipos de radares
JUDIT FLORENSA
Los radares son uno de los principales mecanismos de control de la velocidad en carretera que se implementan con el objetivo de reducir el índice de siniestralidad y el número de accidentes. La ubicación viene determinada por diferentes motivos pero, por lo general, se trata de lugares estratégicos que pueden ser críticos por su gran afluencia de tráfico, por tener mayor riesgo de incidentes, por ser de difícil acceso para los servicios de emergencia o por tratarse de un punto en el que es obligatorio controlar la velocidad, como pueden ser las zonas cercanas a una escuela.
Estos sistemas pensados para garantizar la seguridad vial han sufrido una evolución importante a lo largo del tiempo. Lejos quedan las técnicas menos eficientes de hace años, de grandes dimensiones, más pesadas y que requerían de personal para funcionar. Estos métodos han ido siendo cada vez más autónomos, precisos y digitalizados. Podemos encontrar radares fijos y móviles, aunque dentro de estos grupos también diferenciamos varios formatos.
Radares fijos

La DGT – Dirección General de Tráfico – los empezó a instalar en 2005. Los radares fijos supusieron un salto importante en el proceso de modernización de los sistemas de control de velocidad, que cada vez contaban con más avances tecnológicos. Es uno de los métodos más efectivos para que los conductores no superen la velocidad permitida por el Código de Circulación y la mayoría se instalan en los márgenes de las carreteras en postes o cabinas.
Dentro de esta clasificación podemos destacar algunos tipos con ciertas particularidades, como son los urbanos, situados en ciudades y pueblos, normalmente en puntos en los que es imperativo mantener un control estricto de la velocidad, en la entrada y salida de la urbe o bien en zonas peatonales o de equipamientos como colegios y hospitales. Y no nos podemos olvidar de los radares de semáforo que captan los vehículos que se los saltan en rojo.
Radares de tramo

Los de tramo son un tipo de radar fijo que consiste en un sistema de cámaras que se encarga de leer la matrícula de los vehículos en la entrada y en la salida de un recorrido determinado. Con el tiempo
que el conductor tarda en completarlo, se hace el cálculo de la velocidad media. La distancia del tramo controlado puede variar significativamente en función de dónde esté ubicado y puede ir desde un kilómetro hasta incluso los 32, como es el caso del más largo que tenemos en nuestro país y que se sitúa en la CL-615 de Palencia.
Los radares de tramo se empezaron a instalar en España en 2010 y pretendían evitar que los conductores hicieran la típica trampa de pegar un frenazo poco antes de llegar al control después de ver el cartel que avisa de su presencia. En un primer momento se ubicaron en túneles largos pero con el tiempo también los han ido montando en autopistas, autovías y carreteras convencionales.
Radares móviles
Como bien describe su nombre, son los que no tienen una ubicación fija y se van colocando en un lugar u otro en función de diferentes objetivos y criterios. Se emplazan en trípodes o en vehículos de la policía y la Guardia Civil. Suelen estar en puntos bastante discretos y escondidos. Los puedes encontrar en los arcenes, en los laterales de la carretera y en vías secundarias donde haya altos índices de percances. Los que van instalados dentro de los vehículos de las fuerzas de seguridad detectan las infracciones de velocidad de los otros coches en movimiento.

Dentro de la clasificación de radares móviles debemos incluir los helicópteros y los drones de la UMA (Unidad de Medios Aéreos de la DGT). Mediante el uso de cámaras de alta definición, captan datos sobre la velocidad de los vehículos y además pueden ver si el conductor está usando el teléfono móvil o si lleva el cinturón de seguridad correctamente abrochado. También detectan maniobras indebidas, como el hecho de no respetar la distancia de seguridad o adelantamientos peligrosos y tienen un efecto disuasorio cuando los conductores se percatan de su presencia. Una presencia que se intensifica en fechas concretas en las que se concentran un mayor número de desplazamientos, como puentes o bien en época estival. Y pueden resultar efectivos a la hora de actuar frente a algún caso de emergencia.
Por otro lado, cabe destacar que los drones no funcionan como un radar, sino que tienen una misión de apoyo muy importante porque aportan datos sobre el estado del tráfico en distintos puntos y, a partir de esa información, se pueden tomar medidas para minimizar o solucionar posibles problemas en la circulación.
Y no nos podemos olvidar de los veloláser, que son un tipo de radar láser móvil que se caracteriza por ser pequeño, ligero y muy discreto. Son los dispositivos más modernos y se llevan utilizando desde 2018. Gracias a su contenido tamaño, se pueden ubicar en distintos rincones y soportes, como un trípode, un coche, una moto o en un guardarraíl. Y entre sus muchas particularidades se encuentra el hecho de funcionar con batería, de poder controlar en ambos sentidos, de día y de noche, y por hacer distinción entre tipos de vehículos.
¿A qué sanciones nos enfrentamos?
Las multas por exceso de velocidad dependen de cuánto superemos los límites establecidos. Existen diferentes intervalos que van desde las infracciones más leves que implican únicamente sanción económica hasta las más graves, a las que hay que sumarle la retirada de puntos.

Y, para terminar, otro aspecto que debes tener en cuenta son las consecuencias que establece la Ley de Tráfico por el hecho de llevar dispositivos que detecten los radares, como son los avisadores, los detectores y los inhibidores. Los avisadores como es el caso de las aplicaciones tipo Waze o Google Maps son legales porque aportan datos de los controles de los que la propia DGT ya informa. En cambio, los detectores y los inhibidores sí que son ilegales y el hecho de llevarlos en tu vehículo – incluso si no se están utilizando – comporta sanción.
Los detectores se consideran infracción grave y tienen como consecuencia una multa de 200 euros y 3 puntos del permiso. Es especialmente grave si hablamos de los inhibidores, que inutilizan estos dispositivos porque anulan la acción del cinemómetro. La sanción económica por usarlo puede llegar a los 6.000 euros y la retirada de 6 puntos e incluso el taller que se encargue de su instalación deberá asumir una penalización de hasta 30.000 euros.