
31 Ene Ruta en moto por Soria: entre Castillos y Monasterios
GUSTAVO CUERVO
La provincia castellana ofrece una notable dualidad en las rutas que se pueden trazar dentro de sus límites. Al norte y este, las montañas del sistema Ibérico permiten enlazar diferentes valles con puertos de montaña en los lindes con La Rioja y la provincia de Zaragoza en Aragón, mientras que al oeste y sur, sus límites con Burgos, Segovia y Guadalajara abundan en páramos, lomas y recuerdos en piedra de la larga historia de esta región. Castillos y monasterios, aldeas medievales, leyendas de poderosas órdenes militares cristianas e historias de las correrías de musulmanes se enlazan en una ruta donde, aun sin grandes puertos de montaña, no faltan las curvas.
El río Duero es, al principio, el hilo conductor de esta ruta singular por Castilla. Partimos de sus orillas en Soria, la capital provincial castellana menos poblada. Ciudad muy relevante durante la Edad Media debido a su entonces estratégica posición entre los potentes reinos de Castilla, Navarra y Aragón. Reyes y nobles medievales vivieron y murieron en esta ciudad, cuajada de patrimonio monumental, donde las órdenes religioso-militares de los Templarios, Calatrava y Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén controlaban una próspera ciudad.
Muy cerca de Soria capital se encuentra el lugar arqueológico de Numancia, símbolo de resistencia a la conquista de los romanos. El Museo Numantino conserva los objetos hallados en este lugar, donde sus habitantes resistieron hasta su total aniquilación, lo que la convirtió en una referencia de resistencia absoluta, quedando para la historia el título de «resistencia numantina». Imprescindibles en el catálogo monumental urbano de Soria son la concatedral de San Pedro, y en las afueras, el monasterio de San Juan de Duero y la ermita de San Saturio. Una ciudad para conocer con calma y admirar los motivos por los que fue cantada por el poeta Antonio Machado.
Saliendo hacia el sur provincial por la A-19, la primera gran referencia es Almazán, sobresaliente por su conjunto artístico: románico, pero también barroco, renacentista y gótico, entre los que destaca la iglesia de San Miguel, joya del románico soriano.
A la salida dejamos la autovía y tomamos la CL-118, que, entrando en Aragón, toma el número A-118 para alcanzar la A-2, por la que seguimos dirección Madrid hasta llegar al magnífico monasterio de Santa María de la Huerta. Construido entre los siglos XII y XVI, encierra todas sus dependencias con un muro fortificado con ocho cubos almenados. Iglesia, refectorio, claustros, capillas, jardines, órgano… todos los elementos de los influyentes monasterios medievales reunidos en uno de los conjuntos monacales más importantes de Castilla.
La autovía A-2, dirección Madrid, es la vía rápida, pero la antigua N-II, por el interior del valle del Jalón, es mucho más atractiva y recomendable para el viaje turístico. Este desfiladero fue, hasta la construcción de la autovía A-2, un tramo odiado por todos los viajeros debido a la imposibilidad de adelantamiento a los muchos camiones que hacían la ruta Madrid-Zaragoza-Barcelona. Atrapado entre farallones rocosos y muy sinuoso, es una delicia recorrerlo actualmente a ritmo tranquilo, especialmente para los que sufrieron el obligado lento tráfico de la antigua N-II entre Arcos de Jalón y Lodares, pasando por Soamen, hasta alcanzar Medinaceli. Una ruta para el recuerdo y la admiración.
Medinaceli es hoy un pequeño pueblo que guarda historias y monumentos desde antes de la colonización romana. Calles tortuosas, Plaza Mayor, Palacio Ducal y un singular Museo de la Historia de la Sexualidad, dedicado a mostrar el erotismo a través de los sentidos, son algunos de sus atractivos. El imperio romano levantó en Medinaceli el único arco de tres puertas que hay en España, un arco que resulta visible desde la A-2, la autovía que une Madrid con Zaragoza. Esta autovía, de las más transitadas de España, tiene aquí, en la parte baja, denominada Medinaceli Estación, una de sus referencias. Es muy habitual la parada en el núcleo de la estación de servicio de Medinaceli, donde se ofrecen todos los productos típicos de la región y su entorno. Una de esas paradas que conservan el sabor de las antiguas ventas de las carreteras nacionales. Buena gastronomía a precios contenidos y todo tipo de recuerdos y viandas gastronómicas para llevar a casa. Como antes.
Desde Medinaceli, las SO-132 y, posteriormente, la SO-152 nos llevan por la estepa castellana de páramos y colinas coronadas por castillos. Fortalezas, torres de vigilancia, atalayas… Toda la arquitectura militar medieval se sucede en estos parajes que fueron frontera durante los siglos centrales de la Reconquista contra los musulmanes. La frontera del Duero, lugar de correrías, hazañas y leyendas de intrépidos guerreros como el afamado Cid, son tierras, parajes y aldeas donde se mantuvieron múltiples escaramuzas.
El grandioso castillo de Berlanga de Duero, sobre el cerro que domina la hoz del río Escalote, fue pieza clave en el sistema defensivo del Califato hasta que sucumbió, tomado por el rey Fernando I de Castilla en 1509. Los marqueses de Berlanga realizaron una gran reforma urbanística con la construcción del palacio y sus jardines renacentistas, la colegiata, el hospital y otras obras civiles. El castillo se incendió en 1660 y, en la Guerra de Independencia, de nuevo las tropas de Napoleón saquearon e incendiaron el pueblo.
Más adelante, El Burgo de Osma y San Esteban de Gormaz. Dos poblaciones de notable importancia en el medievo, como atestiguan su catedral, su Plaza Mayor y hasta su universidad. En los últimos años, la Fiesta de la Matanza del Burgo de Osma es motivo de cita para muchos turistas y moto clubes que se deleitan en pleno invierno con tan potentes comilonas. Muy cerca, San Esteban de Gormaz, donde en una casa junto al río Duero encontrarás un gran grafiti del Cid. Estamos en una de las zonas más afamadas del singular Camino del Cid. Todo el Camino se encuentra bien señalizado y es, sin duda, una de las grandes rutas turísticas españolas, con tramos en ocho provincias de tres comunidades autónomas: Castilla y León, Aragón y Comunidad Valenciana.
Hacia el norte, la SO-P-5004 es una ruta estrecha de rugoso asfalto que surca la meseta castellana. Alejada de las rutas principales, es sin duda un tramo para sentirse inmerso en la más pura esencia de Castilla. La carretera surca páramos, a veces pelados, a veces con los cultivos de cereales, que ofrecen una visión muy diferente con cada estación del año, y también, ocasionalmente, masas boscosas.
En esta zona se encuentra el cañón del río Lobos, una de las referencias paisajísticas y de naturaleza inalterada más destacadas de Castilla. Son varias las carreteras que lo bordean o atraviesan: la SO-944, con el área recreativa del Puente de los Siete Ojos como destacado punto de parada, y la carretera SO-920, que viene desde San Esteban de Gormaz por Ucero y su destacable castillo. En esta carretera, la mejor vista panorámica se tiene desde la cima, tras una subida desde el fondo del valle que se solventa con siete curvas de herradura.
Por último, no se puede acabar esta ruta sin pasar por Calatañazor, donde asegura la leyenda que Almanzor, el rey moro, perdió el tambor. El guerrero musulmán que durante décadas saqueó los pueblos y ciudades al norte del Duero sufrió aquí una derrota definitiva a manos del cristiano conde de Castilla Sancho García. En derredor de Calatañazor, derivado del árabe que significa «castillo de Águilas», el Sabinar, considerado reserva natural, y el Valle de Sangre, donde se supone tuvo lugar la batalla, rodean un pueblo magníficamente conservado, donde las casas populares de piedra y madera te sumergen en los tiempos medievales.
Es esta una ruta por la Castilla más profunda y una de las menos conocidas. La Castilla de los castillos, de los páramos y campos de trigo, de las tierras por las que vagabundeó el Cid, pero también la de barrancos y desfiladeros, parques naturales de la máxima categoría y potente gastronomía. Tan potente como es una de sus especialidades estrella: los torreznos. ¡Que aproveche!