
09 Jun Ruta en moto por Valladolid: Ribera de Duero
GUSTAVO CUERVO
En esta ocasión vamos a viajar por una región muy llana, la provincia española que menos montañas reúne en su geografía, la castellana provincia de Valladolid. A falta de montañas y, por tanto, de rutas sinuosas, Valladolid nos regala interesantes paisajes, amplias panorámicas desde las lomas, donde se levantan los castillos que dan nombre a toda la comunidad autónoma de Castilla y, por añadidura, una historia y gastronomías realmente atractivas. No es esta una ruta de las predilectas por aquellos ruteros que gusten de las reviradas carreteras de montaña, pero sí de aquellos que sepan apreciar los amplios horizontes y que, además, ofrece muy diferentes paisajes en cada estación del año.
Recorremos el oriente de la provincia de Valladolid, que extiende sus planicies entre medias de esos colosos hispanos que son la cordillera Cantábrica y el Sistema Central. Para el moto-turista que sabe disfrutar de las rectas y las ondulantes carreteras entre lomas suaves, Valladolid tiene un buen número de interesantes rincones. Carreteras que se coronan al horizonte con la silueta de un espectacular castillo, el gran río Duero con sus fortalezas y sus leyendas que envuelven viñedos generadores de caldos que alcanzan las mejores calificaciones, humildes trigales y aldeas sencillas que confirman las anchuras de Castilla.
La capital, Valladolid, que también lo es de toda la comunidad de Castilla y León, es nuestro punto de partida y final de esta ruta. Valladolid, de antiguo poblamiento, ha tenido una larga historia y estuvo a punto de ser la definitiva capital de España. Aquí se celebró la boda de los Reyes Católicos que unieron los reinos de Castilla y Aragón, fundamento del reino de España, y aquí también nacieron Enrique IV, Felipe II, Felipe IV. Magallanes firmó aquí las capitulaciones de la primera vuelta al mundo, Cervantes acabó de escribir el Quijote y Quevedo, alguna de sus obras más notables. También fue la ciudad donde murió Colón y la capital del Imperio español con Carlos I entre 1601 y 1606, año en que la corte se trasladó a Madrid. Tan dilatada importancia histórica pobló de notables monumentos la urbe.
Entre los imprescindibles, la Plaza Mayor, la iglesia de San Pablo, el Museo Nacional de Escultura y el de Cristóbal Colón. Menos conocidos pero no menos interesantes son el final del ramal sur del Canal de Castilla y, a solo seis kilómetros, Fuensaldaña, que tiene notables bodegas y singular castillo. La Semana Santa y la de Cine de Valladolid, la Feria Internacional de Turismo Interior con el concurso nacional de pinchos y tapas, llenan el calendario anual de actividades y son buenos pretextos para conocer la ciudad. También en cualquier época del año, la calle de Correos y alrededores es donde se encuentran los mejores restaurantes y sus bares de pincho: El Jero y Los Zagales, que es el que más veces ha ganado el concurso Pincho de Oro.

El Museo Nacional de Escultura
Para salir de la ciudad recomiendo la carretera VP-3001. Para el turismo es mejor que la N-122, pues, si bien esta es más ancha, también presenta mucho más tráfico. La carretera local, además, nos introduce directamente en el agro vallisoletano nada más dejar los arrabales de la gran urbe. Aquí se suceden los cultivos cerealistas, alterándose con los viñedos. Entramos en una zona denominada Ribera del Duero, nombre que se da a una de las denominaciones vitivinícolas más prestigiosas de España. Además de los viñedos, en esta zona se encuentran las principales bodegas.
En el entorno del pueblo de Quintanilla de Onésimo se sitúan las bodegas de Vega Sicilia, Arzuaga, Villamayor… Los prestigiosos caldos se elaboran con las uvas Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Merlot y Malbec y se citan entre los más apreciados y premiados internacionalmente de España. La visita a las bodegas, con la correspondiente cata, obliga a pernoctar en la zona. Alcohol y moto completamente incompatibles, además de prohibido. En moto solo vale alcohol 0,0. Aquí hay algunos hoteles rodeados de viñedos como el Castilla Termal Monasterio de Valbuena o el Arzuaga, que son, sin duda, lugares carismáticos para el descanso. Tanto la N-110 como la local VP-3001 corren paralelas al río Duero, enlazando poblaciones de nombres asociados a la cultura del vino de Ribera: Quintanilla, Valbuena, Pesquera y la población más grande, Peñafiel.
El castillo de Peñafiel está elevado en una loma sobre las planicies y parece un gran buque encallado en un arrecife sobre el gigantesco mar al que se asemeja la llanura castellana. Muy recomendable subir en tu moto hasta la entrada del castillo, desde donde se tienen las mejores panorámicas de la zona. Bajo el castillo se encuentra una gigantesca cueva con las antiguas bodegas Protos.

El Castillo de Peñafiel
Esta bodega ofrece una muy interesante visita en la que aprender todos los procesos de la ciencia enológica, acabando con la cata en la nueva bodega situada entre los viñedos. Diseñada por el estudio de arquitectura Rogers Stirk Harbour en colaboración con Alonso Balaguer, ha recibido numerosos premios de diseño por su estructura. Modernista y funcional, simula una hoja de vid que se puede apreciar desde el castillo. Como anécdota, hay que comentar que la denominación Ribera del Duero era el nombre de las bodegas principales de Peñafiel, que cedieron el nombre al Consejo Regulador y pasaron a llamarse Protos. En el casco urbano de Peñafiel, el molino sobre el río Duratón, afluente del Duero, y sobre todo la singular plaza del Coso, tapizada de madera, son, con los mesones de los que emanan exquisitos efluvios de los corderos cocinados en sus hornos de leña, sus otros atractivos fundamentales.

Peñafiel
El Duero sigue aguas arriba por la provincia de Burgos, y nuestra ruta enfila al norte para seguir por la provincia de Valladolid y regresar hacia la capital (VA-VP-3009) por el curso de otro río, el Esgueva, que con el Duero marcó la frontera entre musulmanes y cristianos, con lo que se pobló de castillos. Es la llamada Ruta de los Castillos de Valladolid, que sigue en paralelo al río Esgueva, enlazando pueblos todos apellidados con el nombre del río y permitiendo contemplar las numerosas fortalezas en diferente estado de conservación, la mayoría construidas entre los siglos XII y XIV. La poderosa fortaleza de Encinas de Esgueva, los restos del de Canillas de Esgueva, del que solo permanecen dos torres, y el reconstruido de Villafuerte de Esgueva son solo algunos de esta ruta corta. Son muchas más las fortalezas que salpican la provincia con notables construcciones, y trazarse una ruta más larga y completa es, sin duda, otro gran aliciente de la provincia. Más información de la Ruta de los Castillos vallisoletanos.
Uno de los grandes alicientes del moto-turismo, gracias a la facilidad de alcanzar rincones especiales que permite la moto, es dejarse llevar por el instinto y buscar los caminos de acceso a alguno de esos restos medievales. Preguntar a los paisanos por el estado de algunos caminos es mucho más interesante, humano y enriquecedor que dejarse llevar exclusivamente por el navegador o las aplicaciones digitales. Pregunta, entabla conversación con los castellanos, que siguen teniendo en las tierras su fuente de vida. Si eres empático y sin prisa, te contarán historias y leyendas, curiosidades y hasta te descubrirán rincones singulares que no aparecen ni en Internet. Es la magia del moto-turismo.

La Fortaleza de Encinas de Esgueva
Esta es una ruta corta para dejarse sorprender. Una ruta que, a falta de curvas, ofrece muy interesantes escalas etnográficas, culturales y gastronómicas.